Las nubes en la cabeza pesan, corona grisácea, se enredan bajo la piel, penetran y dejan tras sí granizo de rocas frías y afiladas.
Los ríos en el pecho queman, asolan la blanca llanura, se precipitan en las entrañas y cortan y arden y socavan.
La hiedra en las piernas muerde, pinta cicatrices y caminos arados con llamas, profundos ladrones de identidad.
El vacío en las manos las hunde, se enraízan en el fango, se pierden en la arena, el peso de un agujero negro las esposa.
El color desvaído araña los ojos, hace trizas las pupilas, desgarra el iris de hojas del verano altivo, secuestra las luces y las sombras.
Topografía humana
21 dilluns nov. 2011
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