Fue cuando cambiaron mis ojos y se alteró el esquema. Entonces surgieron viejos y nuevos sentimientos. Palabras que resonaban herméticas se volvieron diáfanas. Y pensamientos límpidos se enturbiaron.
Tan natural que resultaba inexplicable. (Re)Encuentros inevitables. Como si esta senda tuviera parte del trayecto discurriendo por un río, de curso agreste y suave a un tiempo. No hay espacio para preguntarse dónde lleva. ¿Qué orilla, qué mar, qué océano? ¿O muere ahogado en aguas pantanosas…? ¿Importa, acaso?
La luna mengua, muere y renace, se agolpa en la sangre y grita. Guía las mareas de la piel. Y han cambiado mis ojos al mirarla, parten de un pozo más profundo. Han tardado en ajustarse las piezas del mecanismo argentado.
Sólo ahora he sabido que mis pasos son míos. Sólo ahora soy consciente de la magnitud de ese milagro. De ese prodigio. Del peso que se arrastra. Del precio que se paga por miradas nuevas, plateadas.
Plata
26 dissabte nov. 2011
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