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Barcelona, càncer, ciència, drets humans, humans, recerca, sentiments
Estabulario: también llamado animalario, espacio donde se tienen los animales destinados a experimentos de laboratorio
Me sinceraré: al leer esta definición me ha recorrido la espalda un escalofrío. ¿Qué pesa más, la posibilidad de curar una persona o el maltrato animal que supone la experimentación? No puedo contestar esta pregunta con blancos o negros. Cuando empecé a trabajar en el clúster de biomedicina de la Gran Vía de L’Hospitalet sabía que tenía que visitar tantos rincones como pudiera para entender qué sucedía exactamente en un hospital o en un laboratorio. Tenía miles de preguntas en la cabeza y a algunas he podido darles respuesta, a pesar de que son legión las que todavía tengo pendientes. Una de las visitas ineludibles, si lo conseguía, era el Estabulario, con la intención de poner imágenes a ese dilema ético.
Vale, pero entrar no es tan fácil. ¡Me ha costado nueve meses! Me reúno con Roberto, el investigador que va a guiarme en esta visita. Nos encontramos en su laboratorio, lleno de batas blancas, pipetas, tubos de ensayo, microscopios y también de pósters colgados por la gente que trabaja allí, carteles con mensajes escritos a boli, incluso algún muñeco. Es la una pasada, por las enormes ventanas entra la luz a raudales y la gente está reuniéndose para comer o acabando el trabajo de la mañana para bajar a la cafetería.
Llevo una semana detrás de Roberto, no sé como me lo monto pero cada vez que subo me dicen que está en un lugar distinto. En realidad es normal, cuando le entrevisté me explicó que está haciendo quince cosas a la vez. Estudia la quimioresistencia, tratando de darle respuesta a este puñetero enigma del cáncer. ¿Por qué estas células inmortales per se también acaban siendo inmunes a todo lo que les echamos para intentar acabar con ellas? ¿Por qué, cuando parece que hemos ganado la batalla contra un tumor, éste vuelve con fuerzas multiplicadas, listo para batallar y sin ningún tipo de compasión? Roberto lleva unos cuantos lustros dándole vueltas a estas preguntas. Puede decir orgulloso que, si bien todavía no ha logrado contestarlas, sí está empezando a arrinconar en una esquina del ring un par de cánceres con verdadera mala leche.
Aún es pronto para hablar de ello, a pesar de que su investigación ha detectado algunos fármacos que, actualmente, se encuentran en Fases. Nada de créerselo, parece que quiere decir. Es muy duro para un paciente, confiesa, leer que el cáncer tal o cuál podrá curarse… ¡en diez años! Muy duro, repite, así que con esto no se juega, no se habla por hablar, termina tajante. Aunque con escucharle, rebosando tantísima pasión y energía, te preguntas si los trocitos de cáncer con los que trabaja en placas de Petri no deben, ni que sea un poco, preocuparse por este contrincante. Ni hablar, explica Roberto. El cáncer no es una tontería, no puedes bajar la guardia. Vamos avanzando, punto.
Está bien, pienso mientras le sigo por uno de los larguísimos pasillos que caracterizan este edificio. No lleva bata blanca, luego entiendo por qué. Yo después descubriré que ir con vestido y sandalias no ha sido mi más brillante idea. ¿Qué vamos a ver? pregunto, mientras pasamos por delante de carteles que anuncian Sala de congeladores o departamento de Epigénetica. Vamos a ver los modelos murinos con los que trabajo. Sí, de eso estuvimos hablando la primera vez, de modelos murinos y del brillante C.Elegans, un gusano que ha granjeado tres Premios Nobel -se dice pronto, el bicho apenas tiene el tamaño de una pestaña. C.Elegans nos ha dado unos resultados excelentes dice con orgullo, identificamos en este organismo genes de interacción con vías tumorales establecidas. Hoy no vamos a ver gusanos, me advierte, hoy trabajaremos con ratones de laboratorio. ¿Por qué usamos animales, Roberto? ¿Qué hacéis con ellos? Continua llegint